Clinical Research Insider

Más alto, más fuerte, más lejos

Por: Federico Lerner, PhD*

Una frase conocida por muchos, es el lema olímpico y representa el esfuerzo del ser humano para ser o conseguir una mejor marca, sin comparaciones externas y sin más competencia que uno mismo. Nunca se buscó desde el origen amateur de este tipo de deporte nada más allá de ir más alto, más fuerte o más lejos como forma de superación personal. Pero a lo largo del desarrollo del deporte, el espíritu olímpico se fue diluyendo en una competencia entre pares y entre países. 

También es verdad que en el deporte, como en casi toda actividad humana, el desarrollo tecnológico y científico (en su área de competencia) generan una ventaja, deportiva en este caso, que no es menor cuando la diferencia atlética en las disciplinas es cada vez más exigua. Si bien hay muchos ejemplos al respecto, me gustaría compartir la historia de uno que me gusta puntualmente: el maratón y cómo se trabajó científicamente para romper la barrera de las 2 horas.

Hoy está aceptado referirse como el maratón o la maratón; la distancia oficial actualmente es de 42,195 metros, instaurada desde las Olimpiadas de Londres de 1908. Cuenta la leyenda urbana que la distancia se ajustó para que los corredores al partir pudieran ser vistos desde el balcón del Palacio de Windsor, sin embargo, se creía que tal distancia nunca se iba a recorrer por debajo de las 2 horas. Algo que era imposible hasta que simplemente se hizo. 

Para hacerlo no solo se necesita de un atleta excepcional y probablemente el mejor maratonista de la historia (Eliud Kipchoge), sino también de un conjunto de adelantos científicos y tecnológicos únicos, siendo este el punto en el que me quiero concentrar en esta nota. 

El primer punto que me gustaría comentar es la combinación entre la pisada y la zapatilla. Todos sabemos que una parte de la fuerza de la zancada se pierde en respuesta al golpe sobre el terreno donde corremos, y encontrar un balance entre el rebote, la estabilidad y la propulsión es clave para poder mantener un impulso apropiado; que toda esa energía se use para trasladar el cuerpo hacia adelante y no se pierda. La biomecánica de la pisada, la elección del centro de gravedad sobre la marcha (es decir, la posición del cuerpo durante la carrera) y la estabilidad del calzado son los tres factores que en conjunto definen cómo fabricar un propulsor donde la energía cinética no se pierda. En pocas palabras, la zapatilla. Esta zapatilla personalizada con una altura de plantilla específica y a medida para la prueba de Eliud Kipchoge se llama Nike Air Zoom Alphafly y se estima que le otorgó una mejora total de 30-40 segundos. La misma no está homologada por el Comité Olímpico, ya que cuenta con 3 capas de fibra de carbono rígidas solapadas (se aceptan hasta dos) en una espuma gruesa y con una altura de 4 cm (se permiten hasta 3).

El segundo adelanto tecnológico que quiero compartir brevemente es la lucha contra el viento y el rozamiento del aire. Desde hace muchos años sabemos que las alas de los aviones y los autos de competición se evalúan en túneles de viento. Esto es lo que se estudió para determinar la formación de los escoltas del atleta durante la prueba (las famosas liebres). En todas las carreras de larga distancia se emplean un grupo de corredores que se lanzan junto con los competidores y los ayudan a mantener un ritmo específico durante dos tercios de la carrera. Esto ayuda a que los corredores no pierdan energía para mantener un ritmo específico y que se concentren hasta el final de la carrera. Pero también funcionan como una barrera contra el viento y generan una inercia específica que “empuja” a los corredores hacia adelante. 

La configuración, rotación y recambio de las liebres se probó en túneles de viento y sobre animaciones por inteligencia artificial mostrando una potencial mejora de otros pocos segundos. En total se utilizaron 41 liebres distintas, pero siempre 7 en una formación específica.

El tercer y último ejemplo que quiero compartir como un adelanto tecnológico entre otros que se dieron para poder romper la barrera de las 2 horas (además del circuito específico, la evaluación del momento y el lugar por sus condiciones climatológicas) es el apoyo nutricional. Todos los que corrimos alguna vez los 42 kilómetros sabemos el desgaste energético que demanda la prueba. Si bien no se puede generalizar, podemos decir que en promedio se consumen aproximadamente unas 3500 calorías para un hombre de unos 80 kg que corra durante unas 4 horas. Las reservas de azúcares de libre disponibilidad no llegan a cubrir esta demanda y se requiere suplementar durante la competencia. No solo se corre tomando agua, y en este caso si se observa detenidamente se puede ver que Kipchoge bebe un volumen de líquido específico cada cierto tiempo-distancia. Esta solución de nutrientes y electrolitos se evaluó durante los entrenamientos mediante un dispositivo subcutáneo en brazo que mide biomarcadores como la glucosa o el ácido láctico (actualmente él usa de forma habitual un dispositivo Abbott’s Libre Sense). Durante la carrera, la bebida-alimentación era provista desde una bicicleta que se movía a su ritmo por lo que el atleta no perdía tiempo disminuyendo la velocidad en los puntos de hidratación.

La marca obtenida por todas estas cosas no fue homologada oficialmente por la IAAF (actualmente se la denomina World Athletics) por todas estas circunstancias, pero es una clara muestra de la combinación del espíritu deportivo de un atleta excepcional y la asistencia tecnológica. Sin los avances tecnológicos, sin este atleta y la preparación del equipo, no se hubiese podido conseguir una de las pocas marcas que se consideraban inalcanzables.

El 12 de octubre de 2019, en el parque de Prater, en la Ciudad de Viena, en un circuito especial, Eliud Kipochge se olvidó que la marca de las 2 horas era inquebrantable y corrió la maratón en 1:59:40 con una sonrisa en su cara. La marca no está homologada (el tiempo aceptado hoy es 2:01:09 también de Eliud Kipchoge) pero es un claro ejemplo de cómo la ciencia y la tecnología pueden mejorar el rendimiento deportivo.

Federico Lerner, PhD

Director de Operaciones en LatinaBA, una CRO regional y Presidente de CAIC (Congreso Argentino de Investigación Clínica). El Dr. Lerner es responsable de dirigir equipos internacionales para conducir estudios clínicos globales. Trabajó como responsable latinoamericano en CRO globales y como profesor en distintas universidades.

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