Clinical Research Insider

Factores, reacciones y gestión del estrés 

Por: Dra. Laura Maffei

Como decía Hans Seyle, el padre del estrés, que allá por 1936 describió la reacción del estrés: “no es el estresor el culpable, sino cómo nos relacionamos con él”.

Y así es que tenemos millones de estresores y millones de formas de reaccionar frente a ellos. Es así que nadie es igual ni es afectado de la misma manera por distintas situaciones que movilizan las hormonas de estrés, el cortisol y la adrenalina de nuestra glándula adrenal para defendernos de esta vivencia percibida como una amenaza de distinta intensidad. 

Estas dos hormonas nos preparan para hacer frente al estresor provocando una mayor frecuencia cardíaca y respiratoria; la tensión muscular y la presión arterial aumentan, las arteriolas periféricas se cierran, la piel se vuelve pálida, la temperatura corporal incrementa, pero con la activación de las glándulas sudoríparas, el sudor intenta colaborar en la reducción de la misma y el azúcar en la sangre aumenta para proporcionar energía para llevar adelante toda esta preparación de lucha o huida del… ¡Tránsito bloqueado como antes lo era un mamut! 

¿Y el cerebro? Pura atención focalizada en la amenaza. Cuando se termina la amenaza, las hormonas retoman su ciclo normal. Reacción aguda que tenemos que aprender a reconocer en nosotros mismos cuando estamos frente a un estímulo estresante. El primer paso hacia la gestión del estrés para poner en marcha diferentes estrategias que nos ayuden a que las hormonas no permanezcan elevadas por más tiempo del necesario, que se agoten y segreguen en forma inadecuada. 

Por ahí pasamos al estrés crónico y el panorama es totalmente distinto. La presión arterial puede quedar definitivamente aumentada, la frecuencia cardíaca pasar a una arritmia, la piel a tener alergias… el sistema inmune a fallar y a otras enfermedades derivadas del estrés, ya que nuestro organismo no está preparado para enfrentar este permanente aumento de cortisol y adrenalina y todo el sistema termina desajustándose. 

Entonces, cómo gestionar mejor nuestro estrés, si al mismo Seyle le hubiera costado manejar el suyo hoy en día, o por lo menos mucho más que en 1935. Sin embargo, en esa época se enfrentaban otros tipos de estresores, por ejemplo, las enfermedades, el frío, las hambrunas, incendios, las guerras de trincheras y otros llamados estresores absolutos, ya que ponen en peligro la vida.

Hoy nos impactan también estresores de tipo emocional, tecnológico, comunicacionales, etc. Y para entenderlos mejor, la Dra. Sonia Lupien, fundadora del Centro de Estudios sobre el Estrés Humano en Montreal, acuñó el acrónimo C.I.N.E. para comprender qué condiciones deben tener las situaciones que generan el aumento de las hormonas de estrés; cuantas más condiciones cumplan, más intensa será la reacción de estrés:

C: control débil

I: imprevisibilidad

N: novedad

E: Ego débil

A cada uno su película dentro del C.I.N.E. lo afecta, y este es un punto importante también en la deconstrucción de la forma de enfrentar los sucesos cotidianos: ¿A qué ingrediente soy más sensible? ¿Es lo imprevisible lo que me altera? o ¿Si no tengo el control total de una situación me desespero? 

Cosas simples: ¿ya acepté que el día tiene 24 hrs. y no 36 para no sentirme desbordado/a? ¿Me organicé para bajar los imprevisibles de la semana? ¿Estoy pudiendo dosificarme para que el control de las situaciones sea más fácil? ¿Participo más en las decisiones? 

Analizar cada uno de estos ingredientes de las situaciones que nos alteran permite trabajar emocionalmente sobre cada una de ellas para profundizar en estrategias que acomoden cada impacto a un nivel menos tóxico.

Aprender a respirar lento y profundo le envía al cerebro la señal de que está todo bien y no que estamos corriendo en medio de la selva… por lo tanto, puede mandar a cortar el suministro de hormonas de estrés y así permitir una relajación mayor. La actividad física nivela los valores de azúcar en sangre y estimula la secreción de sustancias que regulan el cortisol, como la oxitocina. Esta última es la hormona del abrazo, del apego. ¡Es así que el cortisol aísla y la compañía de pares ayuda a bajar el estrés, así como la ayuda comunitaria, la espiritualidad y la risa! Así pues, a no olvidarse de reír, aunque sea frente al espejo, ya que tiene las mismas bondades terapéuticas.

En conclusión: ¡arriba con el estrés! que nos permite aceptar desafíos y salir adelante, pero ojo con la película de cada uno, en su C.I.N.E. hay que aprender a regular cómo relacionarse con cada estresor.

Dra. Laura Maffei

Médica endocrinóloga; Directora médica ejecutiva en Investigación Clínica Aplicada, miembro de la Sociedad Argentina de Endocrinología (SAEM-Departamento de Psiconeuroendocrinología) y la Endocrine Society; actualmente dirige Maffei Centro Médico en Buenos Aires, Argentina.

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